La presentación de este tema que gustosamente asumo, me da, oportunidad para recalcar dos verdades:

• La salud es un componente de nuestra propia naturaleza 
• La enfermedad es un suceso personal 

En el transcurso de la vida humana se ha buscado integrarlas  y son muchos los intentos con los que la medicina le ha salido al paso.

Voy hacer un relato:

A mediados del siglo pasado en una modesta casa, propiedad de Estanislao Acevedo de quien fui su nieto materno, casa que el propio Registro Civil de Nacimiento, sitúa “En el costado oriente de la Plazuela de San Mateo”, del Municipio de Chinacota – Norte Santander, vi la primera luz. Pasado el tiempo mi padre adquirió lo que fue nuestra habitación de familia. Mi abuelo a quien le decíamos “NONO” fue preferentemente un hombre de campo, dueño de algunas propiedades rurales y por ello dedicados a las labores del Agro.

Por llamarse Estanislao (nombre este de un santo mártir, patrono de Polonia), sus coterráneos le decían don Tano . Con un reverente recuerdo y ahora como tributo filial, quiero decir que era un hombre sencillo, creyente en Dios, servicial, caracterizado por su fidelidad a la rectitud, sin boatos culturales, ni fantasías de hombre ilustrado, me atrevo a afirmar que escasamente sabía leer.

Surge así el misterio de su conocimiento de esa primera verdad que he citado.

¿De donde aprendió? ….. quien pudo ser su guía? … por qué esa innata virtud en el trato, el manejo, el acierto de que las plantas por ser medicinales, se tornaran en sus manos en instrumento de curación?

Sus dotes se esparcieron, llegó a ser conocido por muchos, y   con la mayor simplicidad atendía al que estaba necesitado. Determinada planta la hacía transformar para aplicarla como una cataplasma, como un bebedizo, como un purgante, como una crema, como una pócima a todo enfermo.

Curaba locos en alto estado de agresividad , trataba mujeres que no podían concebir  , restauraba fractura de huesos y sin exigir radiografías ,  exámenes de tipo alguno ; ni señalaba a sus pacientes largos tratamientos , no tenía consultorio : un sencillo cuarto de nuestra casa le servía para dar sus recetas que eran verbales .Cuando este nieto suyo , que ahora testimonia  cumplió los siete años de edad , tiempo hábil en la época para poder ser inscrito para estudiar y apenas balbuceaba  las primeras nociones de lectura y escritura , tuvo la iniciativa de anotar en pequeños reportes de papel las fórmulas que su abuelo daba y que muchos de  los beneficiados olvidaban.

Pregúntenme como diagnosticaba.  Le tomaba al enfermo el brazo izquierdo y sobre la parte inferior de la muñeca presionaba la vena con el dedo pulgar de su mano derecha y sin mirarle siquiera, como percibiendo una señal le hacia una pregunta o sencillamente le indicaba cual era la razón de su mal.

Es digno de ser mencionado el hecho de que nunca cobraba precio alguno a quienes recurrían por sus servicios; se limitaba aceptar lo que le quisieran dar; era muy precario el pago.

Haber evocado el nombre de Granja Don Tano , por uno de sus bisnietos, que aunque ya dueño de una cultura intelectual superior quiso seguir los pasos “del viejo sanador” con el uso providente de las plantas no es otra cosa que volver a una fuente que sin detrimento de los logros de la medicina moderna , busca perdurar la segunda verdad con los sempiternos  recursos ancestrales .

Elaboró: José Soto Acevedo –